Las relaciones familiares y sociales constituyen un complejo ecosistema sometido a múltiples vaivenes y transformaciones. La maraña de lazos, alianzas, lealtades o deslealtades que rigen los vínculos de parejas, matrimonios, amigos, padres, hijos y hermanos pueden condicionar nuestras vidas para bien y para mal. “La boda de Rosa” explora la necesidad de cultivar la más importante de las relaciones dentro de este ecosistema, la relación con uno mismo.
La protagonista de esta historia ha decidido dar un giro a su vida al acercarse su 45 cumpleaños. Nadie más que ella va a ocupar el primer puesto en sus prioridades, lo que, como toda revolución, genera conflictos y malentendidos. Cuando trazamos una frontera a nuestro alrededor para construir un espacio propio o una habitación propia, citando a Virginia Wolf, hay muchas voces de protesta por parte de aquellos que estaban acostumbrados a entrar y salir libremente de ese espacio que ahora queremos acotar.
Nada de lo que cuenta “La boda de Rosa” es grave y rotundo, las relaciones familiares son flexibles, los problemas no son muros infranqueables, lo importante es no tener miedo a hablar y decir aquello que nunca nos atrevimos a decir. Una fina y sutil mirada que combina el realismo con la ironía y el humor constituye la espina dorsal de esta película llena de la luz del Mediterráneo y del gran talento de sus actores y actrices protagonistas. La identidad y las relaciones familiares son sometidas a examen en un sólido guion firmado por Icíar Bollaín y Alicia Luna, autoras de uno de los grandes títulos del cine español, “Te doy mis ojos”, película fundamental sobre la lacra de la violencia de género y el sufrimiento de quienes la padecen. En esta ocasión la tragedia da paso a un tono más ligero y divertido pero igual de firme en la reivindicación de la lucha de las mujeres y de todos los individuos por ser libres a la hora de construir su proyecto de vida y su manera de ser felices.
ALEJANDRO ALONSO
MARIA JESUS NIETO