El pintor, el dragón y el titán Lealtades invisibles

Había una vez un pintor que en uno de sus viajes quedó tan perdido por el mundo que fue a dar a la guarida de un dragón. Éste, nada más verle, rugió feroz por haberle molestado en su cueva. – ¡Nadie se atreve a entrar aquí y salir vivo! El pintor se disculpó y trató de explicarle que se había perdido. Le aseguró que se marcharía sin volver a molestarle, pero el dragón seguía empeñado en aplastarle. – Escucha dragón. No tienes por qué matarme, igual puedo servirte de ayuda. – ¡Qué tonterías dices enano! ¿Cómo podrías ayudarme tú, que eres tan débil y pequeñajo? ¿Sabes hacer algo, aunque sólo sea bailar? ¡ja, ja,ja,ja! – Soy un gran pintor. Veo que tus escamas están un poco descoloridas y, ciertamente, creo que con una buena mano de pintura podría ayudarte a dar mucho más miedo y tener un aspecto mucho más moderno… El dragón se quedó pensativo, y al poco decidió perdonar la vida al pintor si se dedicaba como esclavo suyo a pintarle y decorarle a su gusto. El pintor cumplió con su papel, dejando al dragón con un aspecto increíble. Al dragón le gustó tanto, que a menudo le pedía al pintor nuevos cambios y retoques, al tiempo que le trataba mucho mejor, casi como a un amigo. Pero por mucho que el pintor se lo pidiera, no estaba dispuesto a dejarlo libre, y le llevaba con él a todas partes. En uno de sus viajes el pintor y el dragón llegaron a una gran montaña. Estaban recorriendola cuando se dieron cuenta de que la montaña se movía… y comenzó a rugir con un ruido tal que dejó al dragón medio muerto de miedo. Aquella montaña era en realidad un gigantesco titán, que se sintió tan enfadado y ofendido por la presencia del dragón, que aseguró que no pararía hasta aplastarlo.

El dragón, asustado por el tamaño del titán, se disculpó y trató de explicarle que había llegado allí por error, pero el titán estaba decidido a acabar con él. – Pero escucha, gran titán, soy un dragón y puedo serte muy útil terminó diciendo. – ¿Tú, dragón enano? ¿Ayudarme a mí? ¿Pero sabes hacer algo útil? ¡ja, ja, ja, ja! – Soy un dragón, y echó fuego por mi boca. Podría asar tu comida y calentar tu cama antes de dormir… El titán, igual que había hecho antes el dragón, aceptó la propuesta, quedándose al dragón como su esclavo, tratándolo como si fuera una cerilla o un mechero. Una noche, cuando el titán dormía, el dragón miró entristecido y avergonzado al pintor. – Ahora que me ha ocurrido a mí, me he dado cuenta de lo que te hice… Perdóname, no debí abusar de mi fuerza y mi tamaño. Y cortando sus cadenas, añadió: – ¡Corre, escapa! El titán duerme y eres tan pequeño que no puede ni verte. El pintor se sintió feliz de haber quedado libre, pero viendo que el dragón, a quien había tomado mucho cariño, había comprendido su injusticia, se quedó por allí cerca pensando un plan para liberarle. A la mañana siguiente. Cuando el titán despertó, descubrió al dragón tumbado a su lado, muerto, con la cabeza cortada. Rugió y rugió y rugió furioso, pensando que habría sido cosa de su primo, el titán más malvado que conocía, y se marchó rápidamente en su busca, decidido a romperle la cabezota en mil pedazos. Cuando se había marchado el titán, el pintor despertó al dragón, que aún dormía tranquilamente en el mismo sitio. Al despertar, el dragón encontró al otro dragón de la cabeza cortada, que no eran más que unas rocas que el pequeño artista había pintado para que parecieran un dragón muerto. Y al mirarse a sí mismo, el dragón comprobó que apenas se le podía ver, pues mientras dormía el pintor había decorado sus escamas de forma que parecía una verde pradera de flores y hierba. Ambos huyeron tan rápido como pudieron, y el dragón, agradecido por haberle salvado, prometió a su amigo el pintor no volver a utilizar su fuerza y su tamaño para abusar de nadie, y que los utilizará siempre para ayudar a quienes más lo necesitaran. 

Autor: Pedro Pablo Sacristán

El ser humano es un ser en constante relación con otros y tenemos recompensas y deudas desde antes de nacer, principalmente con nuestra familia, ese núcleo de interacción primera. Es por eso que debemos conocer a fondo e indagar sobre nuestras raíces para poder hacerles frente. El ser conscientes de las deudas familiares, de generación, de raza, de pueblo, nos da la oportunidad de observar con otra mirada nuestra lealtad al sistema, y proponer, plantear y buscar estrategias para ajustar aquella cuentas pendientes. 

Estos compromisos son como fibras invisibles pero resistentes que mantienen unidos fragmentos complejos de “conducta” relacional, tanto en las familias como en la sociedad en su conjunto. Creando lazos invisibles que no permiten un crecimiento sano del sistema familiar y por tanto, de los subsistemas que la conforman. 

El darse cuenta de aquellos patrones relacionales y conductuales, como vemos en el cuento, son tarea del día a día, para poder llegar a una estabilidad relacional y emocional.

La Boda de Rosa

Las relaciones familiares y sociales constituyen un complejo ecosistema sometido a múltiples vaivenes y transformaciones. La maraña de lazos, alianzas, lealtades o deslealtades que rigen los vínculos de parejas, matrimonios, amigos, padres, hijos y hermanos pueden condicionar nuestras vidas para bien y para mal. “La boda de Rosa” explora la necesidad de cultivar la más importante de las relaciones dentro de este ecosistema, la relación con uno mismo.

La protagonista de esta historia ha decidido dar un giro a su vida al acercarse su 45 cumpleaños. Nadie más que ella va a ocupar el primer puesto en sus prioridades, lo que, como toda revolución, genera conflictos y malentendidos. Cuando trazamos una frontera a nuestro alrededor para construir un espacio propio o una habitación propia, citando a Virginia Wolf, hay muchas voces de protesta por parte de aquellos que estaban acostumbrados a entrar y salir libremente de ese espacio que ahora queremos acotar.

Nada de lo que cuenta “La boda de Rosa” es grave y rotundo, las relaciones familiares son flexibles, los problemas no son muros infranqueables, lo importante es no tener miedo a hablar y decir aquello que nunca nos atrevimos a decir. Una fina y sutil mirada que combina el realismo con la ironía y el humor constituye la espina dorsal de esta película llena de la luz del Mediterráneo y del gran talento de sus actores y actrices protagonistas. La identidad y las relaciones familiares son sometidas a examen en un sólido guion firmado por Icíar Bollaín y Alicia Luna, autoras de uno de los grandes títulos del cine español, “Te doy mis ojos”, película fundamental sobre la lacra de la violencia de género y el sufrimiento de quienes la padecen. En esta ocasión la tragedia da paso a un tono más ligero y divertido pero igual de firme en la reivindicación de la lucha de las mujeres y de todos los individuos por ser libres a la hora de construir su proyecto de vida y su manera de ser felices.

ALEJANDRO ALONSO
MARIA JESUS NIETO